INTRODUCCIÓN
Megan,15 años. Hasta ahora era la tipica chica timida que le daba corte abrirse a los demás. Pero cuando ella y su alocada mejor amiga Melanie, también llamadas M&M's entran en un nuevo colegio todo cambia. Las dos se han propuesto cambiar de actitud. ¿Pero que pasará cuando las separan? ¿Conseguirá Megan no volverse a enamorar del borde de la clase?
CAPITULO 1:
Era mi primer día de clase cuando me paré frente a la entrada del que iba a ser mi nuevo colegio los próximos tres años. Ya me había cambiado muchas veces de colegio pero tenia un presentimiento; no sabía si era bueno o malo, pero solo pensarlo ya se me habían puesto los pelos de gallina. Pero hay algo que si tenía claro y era que esta vez no iba a dejarme arrastrar por el miedo.
En cuanto divisé a mi mejor amiga, que estaba con un grupo de chicas, me acerqué y me presenté a todas ellas. Ya desde el principio me cayeron muy bien.
Poco a poco me fui presentando a todo el mundo y fueron muy amables conmigo.
Fue entonces cuando nos asignaron las clases a los nuevos y Melanie y yo descubrimos que íbamos en clases distintas.
Ya me estaba acomodando en mi nuevo asiento con mis compañeros de mesa cuando vi algo que realmente me impactó. Unos ojos negros como el azabache que me miraban fijamente. Intimidada aparté la vista pero, de un modo u otro, sentí la necesidad de volver a mirar. Esta vez me fijé más, el chico antes nombrado tenía un largo pelo brillante y unos ojos negros amenazadores. No se como ni porque, pero me sentía atraída por ellos.
De repente un golpecito en el hombro me devolvió a la realidad; era mi compañera que me avisaba de que el profesor ya había entrado en clase.
- ¿Quién es ese chico? - le pregunté a Cris, mi nueva compañera de mesa.
- ¿Ese de ahí? No es nadie, uno con el que no deberías juntarte ya que es un tanto extraño y un borde que solo piensa en sí mismo-.
Sin embargo ya había empezado a sentir una pizca de curiosidad.
Más tarde, ya en el recreo, me enteré del nombre del chico en cuyos ojos no había parado de pensar. Collin. Un nombre tan peculiar como su dueño. Prometo que no quería, de veras que no quería. Ya había escarmentado suficiente como para volver a cometer el mismo error por tercera vez. Pero ya se sabe lo que dicen: "no hay dos sin tres", y como se puede predecir, él iba a ser ese tres.